La semiosis social, aplicada

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Por Santiago Koval

Eliseo Verón[1] se propone explicar los procesos de producción de sentido: aclarar sus modos de generación, recepción, circulación y análisis, y dar cuenta, a un tiempo, de la trascendencia que tiene la dimensión discursiva en la construcción social de lo real. Para ello, Verón tomará el modelo ternario del signo propuesto a principios del siglo XX por Charles Sanders Peirce, a fin de aplicarlo a la red interdiscursiva infinita, la así llamada semiosis social.

Introducción

El modelo de Verón encuentra su ejemplo arquetípico en la circulación del conocimiento científico. En la producción discursiva de la ciencia, los aportes realizados a través de textos por diversos autores son utilizados por otros autores como condiciones de producción o como discursos de referencia para la creación de nuevos discursos. Los discursos generados por este segundo grupo de autores serán, a su vez, usados por otros de acuerdo con ciertas condiciones de reconocimiento. Esto da lugar a la idea de una red de sentido tejida mediante la anidación histórica de discursos. La construcción social de lo real, dirá Verón, tiene lugar a partir del encastramiento de discursos infinitamente enlazados.

Dos herencias del signo

A fin de contextualizar la emergencia de la teoría de los discursos sociales, es conveniente recordar, primeramente, que existen dos grandes herencias históricas en el estudio de los signos : por un lado, la de Ferdinand de Saussure, que plantea un modelo dicotómico, binario o digital (significado/significante) y que reenvía a modelos dualistas anteriores; por otro, el pensamiento ternario, triádico o tricotómico de la significación de Charles Sanders Peirce (representamen/objeto/interpretante). La primera corriente, que dio lugar en la década de 1960 a la semiología francesa, corresponde a un estudio estructural de la cultura basado en el modelo de la lengua y constituye, como tal, el surgimiento de la lingüística como ciencia de la lengua. La segunda, que se identifica con la semiótica anglosajona, permanece ajena a la lingüística y tiene aspiraciones empiristas: al ampliar los fenómenos de la producción de sentido más allá de la emisión consciente (humana) de mensajes, se propone como una clasificación ontológica de los signos naturales/culturales presentes en la bioesfera/semioesfera.

Diferencias entre Peirce y Verón

Para abordar la teoría de los discursos sociales, cabe recordar que Eliseo Verón sostiene su fundamento conceptual en la propuesta ternaria de Peirce. La teoría de los discursos sociales, explica Verón (1993), supone tres superaciones conceptuales respecto de la tradición semiológica francesa: primero, el discurso es autónomo de la lingüística, en cuanto que se sitúa en un nivel superior de análisis, pero guarda con ella, sin embargo, una relación de mutua articulación; segundo, se abre la posibilidad a un pensamiento ternario sobre la significación, que incluye el polo del Interpretante (punto de vista) y da lugar, en tanto, a la noción de productividad de sentido; tercero, se abre el análisis a dimensiones olvidadas por la tradición francesa, a saber: la materialidad del sentido y la construcción de lo real en la red de la semiosis.

A partir de esta triple superación, sostiene Verón, la teoría de los discursos sociales funda su vocación traslingüística. Sobre la base de una reformulación y transposición del esquema peirciano, Verón llevará a cabo una combinación operada entre el esquema ternario del signo y el concepto de discurso, entendido por Verón como una “configuración espacio-temporal de sentido” (1993, p. 127). El autor argentino se preocupa especialmente por la producción social del sentido, aspecto que, aunque esbozado por otros pensadores previamente, no había sido del todo desarrollado, al menos no con la aspiración de conformar una teoría integradora.

Ahora bien, antes de profundizar en esta teoría, es conveniente distinguir el concepto de semiosis de Peirce del de semiosis social de Verón. Según hemos visto, el concepto de semiosis para Peirce contempla la producción triádica y dinámica de sentido entre tres elementos (Representamen, Objeto e Interpretante). En este esquema, la producción de sentido ocurre al interior de la mente del interprete a partir de su participación en un Interpretante o conjunto de Interpretantes (o códigos) que forman parte de un acervo cultural determinado. El proceso de semiosis en Peirce es mental en el sentido de que tiene lugar de forma interna al sujeto (en su mundo representacional) y, por consiguiente, ocurre “fuera” del ámbito social al que el sujeto pertenece.

El concepto de semiosis social en Verón supondrá, en contraposición, una socialización de la semiosis peirciana. El proceso de producción de sentido que, según Peirce, tiene lugar en la mente del sujeto a partir de la relación que establece con un signo, será utilizado por Verón como punto de partida para la conformación de su concepto de semiosis social, que implica una exteriorización del proceso mental de significación a los discursos que circulan en sociedad.

La semiosis social es entendida, en la teoría veroniana, como la dimensión significante de los fenómenos sociales. Desde esta perspectiva, el sentido se expresa a través de discursos o materias significantes que constituyen soportes independientes y autónomos a los sujetos involucrados. En la circulación social del sentido por medio de discursos o paquetes de materias sensibles, señala Verón, se construye la realidad social o, lo que es lo mismo, se configura socialmente lo real. Así, la noción de semiosis social involucra explícitamente el entorno semiótico en el que tienen lugar los procesos de significación y supone que todo proceso de producción de sentido depende, en última instancia, de su participación en una red interdiscursiva que es autónoma de los sujetos individuales que participan de ella.

El aporte de Verón consistirá, así, en considerar la producción del sentido fuera de la mente de los sujetos sociales: desde su perspectiva, el sentido tiene lugar a través de materias significantes (soportes materiales) que son, por definición, externas a los individuos. Si para Peirce el fenómeno de la significación ocurre al interior de una mente, para Verón hay asimismo creación de sentido en los discursos que circulan socialmente, y que son por definición independientes de los sujetos que los generan o recepcionan. Esto da lugar a una externalización del sentido fuera del ámbito de la subjetividad y permite concebir al conocimiento como una producción histórica y colaborativa de carácter eminentemente discursivo.

La teoría de los discursos sociales

Ahora bien, de acuerdo a la teoría de los discursos sociales, los fenómenos de sentido: (i) aparecen bajo la forma de conglomerados de materias significantes y (ii) remiten al funcionamiento de la red semiótica, entendida como sistema productivo. La materialidad del sentido es uno de los principios de la teoría veroniana, perspectiva que permite comprender que toda producción de sentido se expresa o manifiesta sobre soportes materiales o sobre sistemas semióticos que son autónomos respecto de los sujetos sociales: el lenguaje verbal, la escritura, la imagen, etc. Por otro lado, toda producción de sentido forma parte de una red semiótica generada por una comunidad social históricamente constituida. Esto abre la posibilidad a entender al sentido como teniendo lugar a través de materias que circulan en sociedad por medio de sistemas semióticos sensibles y, por tanto, analizables como paquetes de materias significantes. Además, permite situar a los discursos sociales como integrando redes de sentido más allá de (las mentes de) los sujetos que los producen.

La teoría de los discursos sociales descansa sobre una doble hipótesis de los modos de funcionamiento de la semiosis social (entendida como la dimensión significante de los fenómenos sociales): por un lado, toda producción de sentido es social; por otro, todo fenómeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de producción de sentido (Verón, 1993). Este doble anclaje (del sentido en lo social y de lo social en el sentido) asume relevancia si se sitúa en el nivel de los funcionamientos discursivos, esto es, si se considera la producción de sentido como eminentemente discursiva. Esto quiere decir que es solo en el nivel de la discursividad en el que el sentido manifiesta sus determinaciones sociales y los fenómenos sociales develan su dimensión significante.

Figura 1. Pañuelo verde con inscripción de la Campaña Nacional
por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

Pensemos en el siguiente ejemplo: un pañuelo verde que es utilizado en el contexto de una campaña a favor del derecho al aborto legal, seguro y gratuito (Figura 1) forma parte de un hecho social, y es esta pertenencia a lo social lo que determina su significación. El pañuelo verde que circula, en tanto que discurso, en un medio social específico, y que se encuentra cargado, a su vez, de cierta inscripción lingüística, asume un sentido diferente al formar parte de una red semiótica, es decir, de un tejido social en el que recibe nuevos significados. Estos nuevos sentidos son generados a partir de la relación que establece este discurso (el pañuelo verde con una inscripción y utilizado en un contexto de protesta o reclamo social) con discursos previos (discursos acerca del aborto, del feminismo, de los derechos humanos, etc.). Esta relación que instaura el discurso con otros discursos previamente producidos profundiza su significación con arreglo a ciertas condiciones de producción. Así, dirá Verón, los fenómenos de sentido no pueden comprenderse fuera de un sistema productivo generado por una comunidad social e históricamente constituida.

Ahora bien, pensemos por un momento en una manifestación social hecha por una comunidad históricamente situada en tono de protesta o reclamo en favor del derecho al aborto legal, seguro y gratuito (Figura 3).

En principio, el uso del indumento “pañuelo verde” en este contexto específico ubica su sentido más allá del uso concreto que tiene en tanto que indumento, es decir, profundiza y complejiza su significación. En términos de Peirce, podríamos decir que el pañuelo verde deja de ser meramente un signo aislado y pasa formar parte de un conjunto de signos y, por añadidura, de un conjunto de Interpretantes que permitirían a alguna mente asignarle un determinado sentido más complejo del que asumiría en un contexto más simple. El conjunto de Interpretantes estaría formado por un acervo cultural construido alrededor del uso del pañuelo verde en manifestaciones sociales en Argentina. Sin embargo, según hemos visto, el fenómeno de sentido para Peirce sólo tendría existencia en la mente del sujeto o los sujetos en las que tiene lugar el proceso semiótico. Al respecto, Verón agregaría que el pañuelo verde, en este contexto, no es solamente un signo en la mente de uno o varios sujetos, sino que conforma, además, un discurso social; y este discurso, en tanto que social, existe de forma independiente a la participación de cualquier mente. El pañuelo verde es social puesto que forma parte de la semiosis infinita, entendida como una red de sentido tejida mediante la anidación histórica de discursos. El discurso “pañuelos verdes con inscripciones simbólicas sostenidos en lo alto por un grupo de mujeres en la Plaza del Congreso de la Ciudad de Buenos Aires en el contexto de una manifestación social durante 2018”, diría Verón, no puede ser comprendido fuera del sistema semiótico, esto es, debe entenderse como un fragmento de la semiosis social: una materia sensible que participa de una red infinita construida a partir de la producción histórica y colaborativa de sentido.

Tanto desde un punto de vista sincrónico como diacrónico, la semiosis social es una red significante sin fin. En todos sus niveles, tiene la forma de una estructura de encastramientos. En este sentido, la producción de conocimiento por parte de un sujeto no puede separarse de una red social de sentido de la cual forma parte: el conocimiento es un efecto de sentido cuya naturaleza solo puede ser aclarada si se sitúa en la red infinita de discursos entrelazados. El conocimiento, ubicado en el interior de esta red semiótica, es un fenómeno intersticial. El sujeto no es el soporte de ese saber, en tanto que solo hay conocimiento cuando el discurso del sujeto se encuentra “atenazado” entre sus condiciones discursivas de producción y sus condiciones discursivas de reconocimiento. Por este motivo, sostiene Verón, la teoría de la producción de sentido es uno de los capítulos fundamentales de una teoría sociológica: es en la semiosis donde se construye la realidad de lo social.

Figura 2. Pañuelos verdes usados en una manifestación
en favor del derecho al aborto legal, seguro y gratuito.

El análisis de los discursos sociales

Según hemos visto, de acuerdo con la teoría veroniana, toda producción de sentido tiene una manifestación material. Esta materialidad es el punto de partida de todo estudio empírico de la producción de sentido. Partimos, dice Verón, de paquetes de materias sensibles investidas de sentido: productos identificables sobre un soporte material (texto, imagen, cuerpo, etc.) que son fragmentos de la semiosis.

El análisis de la red semiótica implica una fragmentación del sentido producido a partir de una extracción operada dentro del proceso semiótico infinito que tiene lugar socialmente. El analista accede a estados, que la fragmentación transforma en productos, que están cargados de huellas generadas por el sistema productivo del que surgen. El trabajo del analista, pues, consiste en la reconstrucción de procesos a partir del estudio de las huellas presentes en los productos.

Según Verón, las condiciones productivas de los discursos sociales tienen que ver (i) con las determinaciones que restringen su generación (las condiciones de producción) y (ii) con las determinaciones que limitan su recepción (las condiciones de reconocimiento). Entre estos dos conjuntos de restricciones, circulan los discursos sociales en la red semiótica.

Figura 3. Madres y abuelas marchando en Plaza de Mayo en reclamo por la aparición de sus hijos y
nietos desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar en Argentina (1976-1983).

Volviendo a nuestro ejemplo, deberíamos considerar que el pañuelo verde, en tanto que discurso social, tiene en el contexto cultural argentino unas condiciones de producción específicas: el pañuelo (blanco) es el signo distintivo de las Abuelas de Plaza de Mayo y de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, agrupaciones formadas durante la dictadura de Jorge Rafael Videla por mujeres destinadas, en un principio, a recuperar con vida a los detenidos y desaparecidos, y, en segunda instancia, a identificar y enjuiciar a los responsables de los crímenes de lesa humanidad que tuvieron lugar durante la última dictadura cívico-militar ocurrida en Argentina entre 1976 y 1983 (Figura 3).

En el análisis de los discursos sociales, dirá Verón, deben tenerse en cuenta estas condiciones productivas en tanto que antecedentes discursivos que habilitan la aparición y asignación social del sentido de los discursos observables hoy respecto del uso del pañuelo verde en el contexto de reclamos por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.

Una consecuencia importante de este punto de partida, explica Verón, es que un objeto significante dado no es inmanente ni puede analizarse aisladamente: debe entrar siempre en relación con sus condiciones productivas y sus condiciones receptivas. El análisis de los discursos, así, consiste en la descripción de las huellas[2] de las condiciones productivas, sean las que tienen que ver con su generación o con su recepción. Un objeto significante, en sí mismo, admite una multiplicidad de análisis y lecturas: solo deviene legible en relación con algo que no está en el propio objeto, es decir, con criterios que se deben explicitar y que tienen que ver con sus condiciones productivas (sea en producción o en reconocimiento).

Los objetos que interesan al análisis de los discursos son sistemas de relaciones que todo producto significante mantiene con sus condiciones de generación y con sus condiciones de reconocimiento. Esta distinción entre ambos tipos de condiciones es puramente metodológica, y no ontológica: tanto de un lado como del otro de la semiosis, aclara Verón, tenemos siempre discursos cargados de sentido.

El esquema de relaciones triádicas de la red discursiva

Este modelo (Figura 4) sintetiza la teoría de los discursos sociales de Verón que hemos expuesto hasta el momento. Según puede verse, el esquema contiene dos veces el gráfico triádico de Peirce. Considerado en relación con sus condiciones productivas de producción, el discurso de referencia (Di) es Interpretante de estas condiciones y lo es en la medida en que constituye a (Oi) como su Objeto. Considerado en relación con sus condiciones de reconocimiento, (Di) es signo de su Objeto y R(Di) asume entonces la función de Interpretante.

Figura 4. Esquematización de la teoría de
los discursos sociales de Eliseo Verón.

Aplicado este esquema al ejemplo que hemos venido construyendo, diremos que, si tomáramos a la Figura 2 como Discurso de referencia (Di), podríamos asociarlo al Objeto (Oi) “pañuelos verdes con inscripciones simbólicas sostenidos en lo alto por un grupo de mujeres en la Plaza del Congreso de la Ciudad de Buenos Aires en el contexto de una manifestación social en favor del derecho al aborto legal, seguro y gratuito durante el año 2018”. Ahora bien, las condiciones de producción P(Di)estarían conformadas por “los discursos previamente generados en la historia de nuestra cultura que habilitan la aparición social del discurso de referencia”. Entre otros, aquellos discursos asociados con el uso del pañuelo como signo distintivo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo deberán, sin duda, ser tomados especialmente por un/a analista al momento de rastrear sus condiciones productivas. Aquí, el pañuelo verde en su relación con el pañuelo blanco constituye una huella de sus condiciones de producción, en cuanto que podemos decir, como analistas, que la relación entre ambos discursos ha quedado claramente establecida. Por último, respecto de las condiciones de reconocimiento R(Di), diremos que están conformadas por “todos los discursos que nos permiten asignar un sentido (construir un Objeto) en tanto que receptores (intérpretes) del discurso analizado”, es decir, las condiciones de reconocimiento se asocian con nuestro Interpretante o el conjunto de Interpretantes que utilizamos, en tanto que sujetos sociales, para asignar un determinado sentido.

El pañuelo verde desde el modelo de Peirce

Figura 5. Pañuelo verde.

Pensemos nuevamente en un pañuelo verde. En principio, de acuerdo con el modelo de Peirce, diremos que el pañuelo material en sí mismo no es el signo, sino, en el mejor caso, el referente de un signo. La cosa material, sensible y palpable, puede estar ahí, pero la verdadera esencia del proceso semiótico tiene para Peirce una naturaleza mental. Esto significa que el signo aparecerá cuando, y solo cuando, el pañuelo (la imagen del pañuelo) sea tomado como Representamen por alguna mente, a partir de cierto Interpretante, y sea asociado con un determinado Objeto. El Representamen (en nuestro caso, la representación producida en una mente a partir de la imagen del pañuelo) quedará relacionado con el Objeto (el sentido “pañuelo verde”) en función de la relación que establezca dicha mente a partir de un Interpretante. El Interpretante tendrá, en este contexto, la función de completar la relación triádica de la semiosis al aportar las condiciones de cognoscibilidad y al habilitar una asociación posible entre Representamen y Objeto.

Desde cierta perspectiva[3], el Interpretante podría ser definido como el efecto que es producido por un signo en cualquier mente sobre la cual las circunstancias permitirían que pudiera ejercer su efecto[4]. El Interpretante (Tercero) funciona a partir de su participación en un acervo, saber o código cultural preexistente, en particular, a partir de la internalización que hace alguna mente de un conjunto de interpretantes (representaciones, experiencias o hábitos interpretativos) que forman parte de su entorno semiótico de pertenencia. Esta pertenencia a un acervo cultural preexistente habilita la posibilidad de que dicha mente pueda reconocer un Representamen (Primero) y sea capaz de asociarlo con un determinado Objeto (Segundo), produciendo así un nuevo signo (equivalente o ampliado), que es el resultado o efecto de dicha asociación. El Interpretante, entonces, es un signo similar al Representamen, pero en tanto que nuevo signo puede ampliar, profundizar, especificar o condensar al primer Representamen.

Retomando nuestro ejemplo, diremos que el Representamen (que es, en nuestro caso, la representación producida en una mente a partir de la imagen de un pañuelo) se asocia con el Objeto “pañuelo verde” (que es un sentido posible asociado al primer elemento) a partir de la participación de un Interpretante (que es la cognición, en tanto que signo, que tiene lugar en una mente a partir de su participación en un acervo o código cultural preexistente). El Interpretante se basaría, en nuestro ejemplo, en ciertos conocimientos o saberes culturales previos que permitirían a dicha mente reconocer a ese Representamen como un “pañuelo verde”, entre otros: el hecho de saber que, por lo común, un pañuelo tiene tal o cual aspecto, forma o función; que el color verde se corresponde con cierto matiz o tono, y con ciertas zonas del espectro cromático; que hay, en efecto, cosas llamadas “pañuelos verdes”; que los pañuelos están hechos con ciertos materiales o telas, y que pueden plegarse de formas particulares; que hay la posibilidad de generar la imagen de un pañuelo mediante ciertas técnicas de captura o reproducción; etcétera.

Es importante considerar que un Interpretante más especializado podría habilitar en una mente un proceso de asignación de sentido a través del cual la figura 5represente “un pañuelo de seda verde anudado para ser colocado alrededor del cuello de una persona”. A partir de este ejemplo, puede verse de qué modo el Interpretante da lugar a una ampliación, profundización, especificación o condensación del signo original.

Ahora bien, Peirce dirá que la relación triádica entre los términos que componen un signo tiene un carácter dinámico. Esto significa, en primer lugar, que entre los tres elementos que componen el signo se establece un vínculo dialéctico y de mutua producción (los tres coadyuvan cooperativamente en el proceso de producción de sentido). Segundo, que en todo proceso de semiosis se encuentra implícita la posibilidad de una nueva semiosis: a partir de la relación dinámica y cooperativa que establece con él el Representamen, el Interpretante pasa a ser Representamen de ese Objeto, es decir, produce acerca de él un nuevo Signo que amplia o profundiza el primer Representamen[5]. En tercer lugar, que los tres elementos del Signo podrían eventualmente intercambiarse si se actualizasen en un proceso semiótico diferente: aquello que en una semiosis es un Primero (Representamen) puede en otra semiosis ser un Segundo (Objeto) y en otra semiosis, un Tercero (Interpretante), dando lugar a nuevo proceso de significación, y así sucesivamente. La noción de semiosis ilimitada, incorporada por Umberto Eco (1994 [1973]), se refiere precisamente a este proceso de anidación continua e infinitamente recursiva entre signos.

Bibliografía

ECO, Umberto. (1994 [1973]). Signo. Bogotá: Labor.

PEIRCE, Charles S. (1978): Fragmentos de la ciencia de la semiótica. Buenos Aires: Nueva Visión.

PEIRCE, Charles S. (1987): Fragmentos de Obra Lógica Semiótica. Madrid: Taurus.

PEIRCE, Charles S.(1988): “La fijación de la creencia”. En: Un hombre, un signo (El pragmatismo de Peirce). Barcelona: Crítica.

VERÓN, Eliseo (1993): La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad. Barcelona: Gedisa.

VERÓN, Eliseo (1995): Semiosis de lo ideológico y del poder. La mediatización. Buenos Aires: FILO, UBA.

VERÓN, Eliseo (2004): Fragmentos de un tejido. Barcelona: Gedisa.


[1]Eliseo Verón (Buenos Aires, 1935-2014) fue un semiólogo y sociólogo argentino. Fue discípulo de Claude Lévi-Strauss en el Laboratorio de Antropología Social del Collège de France y de Roland Barthes en la École pratique des hautes études.

[2] Se habla de marcas cuando la relación entre las propiedades significantes y sus condiciones productivas no es clara; en cambio, se habla de huellas cuando la relación queda claramente establecida.

[3] Desde otra perspectiva, podríamos pensar que el Interpretante desempeña una función mediadora entre los otros dos elementos del signo. Esta función mediadora consiste en aportar un sentido que hace de la realidad fenomenológica una representación (un signo) y que aporta un carácter subjetivo e histórico al fenómeno representado. Esta mediación que hace del mundo una mente es una parte fundamental de la semiosis.

[4] Podríamos agregar que el efecto producido por un signo en cualquier mente puede ser potencial o actual, en tanto que todo signo es en potencia susceptible de una interpretatividad incluso “antes de obtener un Intérprete” (Peirce, 1987, p. 76).

[5] En palabras de Peirce: “[e]l interpretante de un signo es otro signo, ya que cualquier cosa, al actuar como signo, pone al interpretante en la misma relación con el objeto que el primer signo tiene” (1978, §8.332).

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