Tecnohumanos: con motivo del lanzamiento de “La condición posthumana”

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Por Diego Levis. Doctor en Ciencias de la Comunicación. Profesor titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

¿Análogicos? ¿Digitales?  ¡Biológicos!

¿Pero hasta cuando?

Stelarc Ciborg A lo largo de los siglos los seres humanos nos hemos valido de diversos de dispositivos tecnológicos para mejorar, aumentar o regular nuestras capacidades. Hemos creado el vestido para protegernos del frío, del viento y del sol y por medio de herramientas e instrumentos creados por nosotros hemos aumentado artificialmente nuestra capacidad física para proveernos alimento y refugio.  Mazas y martillos nos ayudan a  golpear con mayor fuerza, anteojos con lentes de aumento nos permiten ver aquello que nuestra vista no alcanza distinguir con suficiente claridad, inventamos micrófonos y altavoces para potenciar nuestra voz,  dentaduras postizas, brazos y piernas ortopédicas de creciente sofisticación técnica,  audífonos y otras prótesis de diferentes tipos para reparar o mejorar artificialmente las funciones de un órgano o de un miembro de nuestro cuerpo (o parte de él).

Los avances de la biotecnología, complementados por el proceso de miniaturización de los dispositivos electrónicos y el desarrollo de materiales bien adaptados al organismo humano, y el perfeccionamiento de las técnicas de implante están impulsando la creciente incorporación dentro de nuestro organismo de elementos maquínicos, proceso iniciado hace medio siglo con el marcapasos eléctrico,  preanunciando el nacimiento del cyborg, integración hombre-máquina imaginada por la tecnociencia hace ya algunas décadas.

En este contexto la computadora aparece alternativamente como extensión de nuestra mente  o como un sistema teleológico complejo al que se le atribuye cualidades biológicas, en especial “inteligencia” – recordemos que el hombre, desde la antigüedad, ha anhelado crear seres artificiales.

El uso de computadoras y otros dispositivos digitales en muchas de nuestras actividades cotidianas se ha naturalizado, a tal punto que en muchas ocasiones no podemos concebir nuestra vida sin ellos.  Los medios de comunicación social contribuyen de forma activa  a promocionar el uso de Internet, la telefonía celular y otras aplicaciones digitales. La tecnología se presenta en el discurso de los medios como elemento clave de transformación social, cultural económica. Miles, millones de personas responden, día a día, a la  anunciada “buena nueva digital” y se suman a los usuarios de las aplicaciones y servicios informáticos y telemáticos más promocionados. La promoción acrítica de innovaciones tecnológicas de diverso y discutible interés es constante en los medios que no pierden ocasión para referirse a algún nuevo o no tan nuevo uso social de las tecnologías digitales como un fenómeno cultural de gran potencial transformador, cuando no revolucionario. Usos que, una vez pasada la ola de estas promociones paracomerciales, muchas veces quedan en el olvido o sencillamente se consolidan como una práctica corriente de  miles o millones de personas, en cuyas vidas rara vez se producen  las transformaciones anunciadas.

De este modo, a la espera de que la máquina se integre en nuestros organismos, creamos una estructura económica y social que tiende a estar controlada y regulada  por máquinas en las que delegamos funciones humanas. 

La pregunta que se plantea hoy en día ya no es si la máquina llegará a sustituir al ser humano, si no de que modo se integrarán los componentes maquínicos y orgánicos en el tecnohumano del futuro. 

A mí, lo que realmente me inquieta es saber si existe algún proyecto tecnocientífico y social encaminado a solucionar definitivamente los problemas sanitarios y alimenticios que sufre un alto porcentaje de la humanidad.

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