Tecnologías digitales y su implicancia en los procesos comunicacionales

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I. ACLARACIONES CONCEPTUALES 

¿La aplicación de las tecnologías digitales a los medios de comunicación social ha determinado sólo cambios cuantitativos o además cambios cualitativos en los procesos comunicacionales? La pregunta así formulada requiere previamente de dos aclaraciones conceptuales. Primero, ¿qué son las tecnologías digitales? Y segundo, ¿qué sería un cambio cualitativo en el marco específico de un proceso comunicacional, y en qué aspectos podría manifestarse?

En primer lugar, por tecnologías digitales pueden entenderse dos cosas distintas: de un lado, el conjunto de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) que atraviesan y conforman la llamada sociedad de la información; y, de otro, un soporte o un modo de registro de la información basado en algoritmos matemáticos. La diferencia no es menor en tanto que en el primer caso estaríamos hablando tanto de hardware como de software, mientras que en el segundo estaríamos refiriéndonos solamente al software. Para facilitar el análisis, en este ensayo consideraremos ambas nociones.

En segundo término, si aceptamos que un cambio cualitativo ocurre cuando una cosa cambia de naturaleza, cuando se trasforma en otra cosa[1], ¿qué vendría a ser un cambio cualitativo en un proceso comunicacional? Se puede decir que se trataría de todo cambio que suponga una alteración en la naturaleza del proceso de comunicación, es decir, que suponga un salto en alguno o en todos los elementos -o en las relaciones entre ellos- que constituyen todo proceso comunicacional (i.e. emisor, código, mensaje, canal, receptor). Se trataría, en suma, de un cambio en la estructura o en la función de uno o de todos los componentes de un proceso de comunicación.

Es dable hacer una última aclaración no menor con respecto a lo que se considera un cambio. Un cambio se considera cambio si es posible, no sólo si existe. Un cambio se relaciona así con tres tipos de posibilidad: posibilidad empírica (o física), posibilidad lógica y posibilidad tecnológica. Un cambio que es lógicamente imposible no es un cambio. Un cambio posible lógicamente pero no empíricamente no es un cambio en tanto que no es ni actual ni virtual, y por tanto no es real. Un cambio que es posible lógica y empíricamente, pero no tecnológicamente, sí es un cambio en tanto que es virtual. Así, algo es un cambio si se cumplen dos condiciones de posibilidad: debe ser empírica y lógicamente posible. La posibilidad tecnológica es secundaria en tanto que se trata simplemente de un estado de las capacidades tecnológicas de una sociedad en un momento determinado, y por tanto está en constante cambio. Así, pues, la aparición tecnológica de un cambio no coincide necesariamente con su aparición lógica. Por ejemplo, como veremos, la creación de un código binario universal a partir de las tecnologías digitales, aunque no posible con las tecnologías actuales, sí es lógicamente posible y constituye por ello un cambio.

II. DOMINIOS DE CAMBIO

Ahora bien, ¿en qué aspectos de lo real se manifiestan cambios derivados de la tecnología digital? Podemos reconocer al menos cinco dominios de cambio, según el área en que se manifiestan: (1) el de la información o el del código; (2) el espacio-temporal; (3) el cognoscitivo; (4) el de la emisión y la recepción de mensajes; y (5) el de los usos sociales. Consideremos uno por uno e intentemos reconocer en cada caso si se trata de cambios de orden cuantitativo o más bien cualitativo.

(1) Dominio de la información o del código

La digitalización, en tanto modo binario de registro de la información basado en algoritmos matemáticos, se puede concebir como el soporte que de mejor manera expresa el ideal cibernético wieneriano de la libre circulación de la información[2]. La digitalización permite la creación de un código binario universal, cuya unidad básica es el bit, al que imágenes, textos, sonidos y videos pueden ser reducidos. Todos los formatos de información son reducibles así a series de ceros y unos, lo que potencia enormemente las posibilidades de codificación y manipulación de lenguajes no verbales. Como sostiene Negroponte, “[…] la digitalización de cualquier tipo de información está abriendo enormes posibilidades de codificación y manipulación de los lenguajes que hasta hoy eran bastantes inaccesibles al control y el análisis humanos -todos aquellos diferentes a la palabra”[3]. La combinación heterogénea de los símbolos que constituyen todos los modos de expresión de una cultura pueden de este modo formar parte de un mismo sistema de codificación que los homogeneiza y los vuelve de alguna manera comparables.

Esto incrementa asimismo extraordinariamente las posibilidades de almacenamiento y transmisión de todo tipo de información, en tanto que textos, imágenes, sonidos, videos y otros formatos se transmiten por canales hertzianos o de banda ancha en formas de ceros y unos de manera impensable en soportes analógicos. Además, la realidad digital está en permanente construcción: es, en potencia, ilimitadamente re-producible y modificable[4]. La maleabilidad de la información que proporciona el soporte digital permite copiar un mensaje infinitamente, modificarlo innumerables veces, y transmitirlo eternamente.

Hay pues un cambio que se diría cualitativo en la información respecto de su maleabilidad, la posibilidad de su almacenamiento, su reproductibilidad y su transmisibilidad gracias al código binario universal que permite la tecnología digital[5].

(2) Dominio espacio-temporal

Las tecnologías digitales instauran un nuevo modo de concebir el tiempo y el espacio. De un lado, podemos hablar de un nuevo tipo de temporalidad social (Lévy): se trata de un tiempo simultáneo, el eterno presente de la realidad digitalizada. Tiempo funcional, sin memoria que da lugar a una disolución del tiempo como continuidad. De otro lado, se asiste a una deterritorialización del espacio, que tiende hacia el no-lugar del ciberespacio. Las técnicas de representación digital constituyen la culminación del proceso de desmaterialización (transmisión de símbolos sin que estén registrados sobre un soporte material) comenzado a mediados de siglo XX. Se trata en suma de “un espacio simbólico e intemporal que transcurre en un tiempo pretendidamente “real”, que ignora el pasado y que esconde la mayor parte del presente en la presencia latente (o virtual) de un previsible futuro inmediato. Un tiempo funcional, sin memoria, que desaparece sin dejar rastros en el mismo momento en que se manifiesta”[6].

Así, pues, la realidad digital, tiempo sin temporalidad y espacio sin territorialidad, altera los conceptos generales de tiempo y espacio a que estamos acostumbrados. La pregunta que cabe hacerse es si este cambio en el mundo inmaterial de lo digital trae cambios en el mundo material en que nos movemos. Es decir, si los cambios que se observan en los conceptos de tiempo y espacio en las realidades digitales son extrapolables a nuestros órdenes de realidad, y si son lo suficientemente poderosos como para alterar los conceptos de tiempo y espacio exteriores a su propia realidad. Sin duda, las realidades de las máquinas exceden sus propios dominios y se filtran por el tejido social, transmitiendo sus categorías a mundos físicos y humanos. Así como las maquinarias de la revolución industrial alteraron las nociones de tiempo y espacio de la sociedad en que se gestó, así también las realidades inmateriales de las tecnologías digitales alteran las nociones de tiempo y espacio a que estamos acostumbrados, instaurando sin lugar a dudas nuevos modos de concebir y de usar las categorías témporo-espaciales. De este modo, cabe pues hablar de un cambio de orden cualitativo en el dominio espacio-temporal producto de la innovación tecnológica.

(3) Dominio cognoscitivo

La realidad digital es el resultado de un proceso de construcción autoreferencial que nace de la sucesión de algoritmos matemáticos. Así, por ejemplo, la imagen digital es el resultado de un proceso en el cual el calculo matemático efectuado por una computadora sustituye la función que tiene la luz sobre los soportes químicos y magnéticos. Hay pues en la realidad digital una tendencia a la endogamia, a un repliegue sobre sí misma[7]. Esto da lugar a dos procesos relacionados: de un lado, en la digitalización “la realidad adquiere la forma de una escena virtual, donde todos los objetos, todos los hechos, todas las ideas y todos los seres posibles, tienen potencialmente existencia”[8]; de otro lado, sobreviene un desmoronamiento de los marcadores de diferencia entre la realidad y su representación, que da pie a un resquebrajamiento de la confianza en un referente ultimo y absoluto[9]. Potenciamiento de mundos posibles de un lado, pérdida de referentes de realidad de otro, la realidad digital cuestiona así la diferencia entre lo verdadero y lo falso, entre lo real y lo imaginario.

¿Se trata pues de un cambio de grado, de un simple aumento de las posibilidades de crear y de producir mentiras, o más bien de un cambio de naturaleza con respecto a nuestras capacidades cognitivas? Si bien la manipulación no es nueva, y existía antes de las tecnologías digitales, éstas ofrecen herramientas poderosas para construir mentiras indistinguibles[10]. La potencialidad de manipulación y el grado de pérdida de los referentes reales en las tecnologías digitales es de tal magnitud que “no existe para el espectador posibilidad cognitiva de contrastar ficción y realidad”[11]. Así, pues, llega un punto de cambio cuantitativo en las posibilidades de creación y manipulación que ofrecen las tecnologías digitales en el que sobreviene una conversión cualitativa en tanto que ya no existen posibilidades cognitivas humanas para distinguir lo real de lo imaginario, lo verdadero de lo falso. El paso de una posibilidad de distinción de lo falso (gracias a destrezas técnicas), a una verdadera imposibilidad cognitiva, implica pues un cambio cualitativo con respecto al dominio cognoscitivo humano.

Esto trae a su vez una alteración en la noción misma de realidad. Como sostiene Vattimo, “la intensificación de las posibilidades de información sobre la realidad en sus más diversos aspectos vuelve cada vez menos concebible la idea misma de una realidad”[12].

(4) Dominio de la emisión y recepción de mensajes

El desarrollo de la tecnología ha venido propiciando una progresiva disolución del efecto excluyente y hegemónico de los medios de masas: paso de un medio masivo tradicional a un medio interactivo de nueva generación por la convergencia de dos avances tecnológicos: la digitalización y la extensión de la difusión vía satélite o vía cable (banda ancha).

La confluencia de la televisión con la informática implica la introducción de funciones interactivas a la televisión (inicialmente a través de los videojuegos)[13]. Se propicia así la creación de “un aparato audiovisual interactivo, simultáneamente receptor y emisor, que podría, potencialmente, trasformar la teledifusión en un verdadero sistema de comunicación relacional”[14]. Como sostiene Giovanni Sartori, “[e]l salto es grande y la diferencia es ésta: que el televisor es un instrumento monovalente que recibe imágenes con un espectador pasivo que lo mira, mientras que el mundo multimedia es un mundo interactivo (y, por lo tanto, de usuarios activos) y polivalente (de múltiple utilización) cuya máquina es un ordenador que recibe y transmite mensajes digitalizados”[15].

La interactividad del multimedia se basa en dos características centrales: la integración en un mismo documento de imágenes, textos y sonidos (gracias a la codificación digital) y la organización hipertextual de los contenidos[16]. Internet es en este sentido el sistema multimedia por excelencia. Internet, soporte digital y estructura descentralizada, da lugar a un nuevo modelo de comunicación reticular. Como sostiene Levis, “se trata de un espacio para comunicar que se define más por la interacción entre los usuarios que por la tecnología mediante la cual se pone en practica”[17]. La interactividad de la red reside pues fundamentalmente en su capacidad comunicativa, que hace que todo receptor sea también un emisor potencial. En un entorno digital interactivo se observa la progresiva desaparición de las fronteras entre productores y receptores de la información.

De modo que las tecnologías digitales dan lugar a una nuevo modelo de comunicación reticular, relacional, totalmente horizontal, de punto a punto, en el que el espectador puede ser también coautor y en el que todo receptor es potencial emisor de un mensaje. Esto supone, no caben dudas, un cambio cualitativo en las relaciones mediadas humanas, en tanto que se trata de un medio que potencia las posibilidades interactivas naturales entre humanos, como ningún medio analógico ha podido hacerlo.

(5) Domino de los usos sociales

Siguiendo a Lévy, el desarrollo de las técnicas de la información y comunicación digital contribuye a la institución de una forma distinta de pensar, del mismo modo que la escritura dio lugar al desarrollo del pensamiento conceptual. La instalación de un nuevo medio en una sociedad condiciona la percepción, la sensibilidad y, en general, la cultura de una sociedad. Así, las tecnologías digitales dan lugar a una nueva forma de entender lo real, y de relacionarnos con la naturaleza, con los otros seres humanos y con las tecnologías. Por ejemplo, la televisión digital cambia la manera en la cual consumimos televisión. La multiplicación de programas y emisoras da lugar a un consumo activo, personalizado e individual, que estimula la creación de un nuevo tipo de público. Además, como sostiene Levis, “[l]a incorporación masiva de funciones interactivas en los medios de comunicación audiovisuales abrirá paso, sin duda, a la aparición de nuevos hábitos de ocio […]”[18]. Así, el desarrollo de las técnicas de compresión digital en la industria audiovisual originan cambios de orden cualitativo en hábitos sociales, a saber: generan un crecimiento exponencial de la oferta de emisoras y programas, dan lugar a una programación personalizada y a un consumo cada vez más individual, a la generalización de los servicios de pago directo, a cada vez mayores niveles de interactividad entre receptor y medio, y al aumento de la producción modular[19].

III. OTRAS CONSIDERACIONES U OTRO MODO DE PLANTEAR LA PREGUNTA 

Actualmente vivimos en la llamada Sociedad de la Información, esto es, en una sociedad atravesada por las Tecnologías de la Información y la Comunicación, nacidas del entrecruce de tres factores: la robotización de los procesos industriales, la telemática y la digitalización de la información) y establecida totalmente por los condicionamientos de estos nuevos medios. Sociedad de la información que se acompaña de un proceso de mundialización de la economía y de la comunicación y que da lugar a la creación de una cultura internacional (multimediatización de las esferas publicas y privadas, nuevo concepto de tiempo y de espacio, consumismo como ideología de la vida cotidiana, pérdida de fronteras identitarias, pérdida del lugar local como punto de referencia).

Así, el surgimiento de la sociedad de la información supone la declinación del modelo de comunicación de masas que estaba basado en los siguientes atributos: tecnologías pesadas, caras y complejas; circulación de la información unívoca, centralizada, escasa y controlada; tiempos periódicos, relativamente lentos; espacios estatales, locales y centralizados; cultura homogénea, repetitiva, con un control centralizado de la creación cultural. Modelo que ha sido progresivamente reemplazado por el modelo de sistema mediático, basado en las siguientes características: tecnologías ligeras, con tendencia a la creación de interfaces amables, asequibles por economías domésticas; circulación de la información recíproca, reticular y abundante; aceleración del tiempo, instantaneidad entre hecho y relato; espacios mundiales y transnacionales; cultura de la diversidad, etc.

Ahora bien, nuestra pregunta capital era: ¿la aplicación de las tecnologías digitales a los medios de comunicación social ha determinado sólo cambios cuantitativos o además cambios cualitativos en los procesos comunicacionales? En este marco de cambio de sociedad y de modelo, la cuestión que antecede a la pregunta que guía este ensayo y que, creemos, ha sido ya respondida, se puede formular como sigue: ¿es posible concebir la sociedad de la información sin las TIC, y en particular sin la digitalización de la información?

IV. CONCLUSIONES

Quizá la desvalorización de la digitalización como generadora de cambios cualitativos en la sociedad en relación con la imprenta radique en que mientras que ésta es una realidad tangible aquélla es una realidad difícil de aprehender. La imprenta, puro hardware, fabrica libros palpables, aprehendibles por los sentidos; la digitalización, puro software, o combinación entre software y hardware que tiene más de soft que de hard, es difícil de palpar y de percibir como real. Así, hay la tendencia a restarle importancia con respecto a medios más “duros”, creyendo que por tratarse de un modo de registro de la información sus implicancias no son ni lejanamente comparables a las que trajo en su momento la imprenta de Gutenberg. Con todo, como sostiene Luis Baggiolini, “la importancia creciente del software pone en discusión, sobre todo para las tecnologías comunicacionales, la identificación de la tecnología con aparatos técnicos, es decir con el hardware”[20]. Así, no debemos sin más desvalorizar la importancia de las innovaciones del software o de sus modos de registro, y aceptar que también constituyen parte fundamental del complejo de innovaciones tecnológicas que afectan en su totalidad a una sociedad.

Pues bien, a partir de los puntos considerados más arriba no parece apresurado concluir que la irrupción de las tecnologías digitales ha alterado sin duda la naturaleza de los procesos comunicacionales que constituyen el todo social. Así, los cambios cualitativos apreciables en los dominios de la información, el espaciotemporal, el cognoscitivo, el de la emisión y la recepción de mensajes y el de los usos sociales, suponen cada uno alteraciones en la estructura o en la función de todos los componentes de un proceso de comunicación humano.

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[1] Politzer Georges. Principios elementales de filosofía. P.180.

[2] El ideal cibernético de la libre circulación de la información se ve sin embargo de algún modo truncado por el limitado acceso a la información de la mayor parte de la población mundial. Pero aquí, cabe recordarlo, estamos también considerando las posibilidades lógicas de cambio de la digitalización.

[3] Citado en Levis Diego. Sociedad de la información y televisión: de la consola de videojuegos a la televisión interactiva. P. 41.

[4] V. Levis Diego. Arte y Computadoras. p.9.

[5] Se podría replicar, con todo, que la visibilidad de las realidades inmateriales de la tecnología digital “es prisionera del programa informático con el que fueron creadas, del procesador informático que las procesa y de la pantalla que las presenta” (Levis, 7, Arte y Computadoras). Esta dependencia de un procesador que descodifique el código binario, se arguye, da a los documentos digitales el carácter de semi-documentos, en tanto que es siempre preciso algún tipo de soporte para acceder a ellos. Así, se diría, el código binario de los ordenadores, en tanto código artificial, es universal sólo si tenemos un procesador para descodificarlo. Por otro lado, la constante renovación de los ordenadores, la obsolencia en que caen en poco tiempo, y la incompatibilidad que existe entre programas de máquinas nuevas y máquinas “antiguas”, da lugar a que documentos grabados en ciertos formatos sean inaccesibles con los procesadores actuales. Pero la crítica así planteada yerra el asunto en tanto que la creación de patrones de codificación universal, compatibles entre todas las máquinas y programas, aunque hoy día es una imposibilidad tecnológica, no es con todo una imposibilidad lógica: antes bien, las técnicas digitales poseen en efecto la potencialidad suficiente como para generar un código universal mundialmente compatible que permita convertir en ceros y unos accesibles para todas las máquinas y programas todo tipo de información posible. Además, la necesidad de un procesador para acceder a la información no niega su cambio: seguimos en efecto hablando de textos, sonidos, imágenes y videos.

[6] Levis Diego. La Pantalla Ubicua. p. 127.

[7] V. Levis Diego. Arte y Computadoras. p. 10.

[8] Levis Diego. La Pantalla Ubicua. p. 121.

[9] V. Levis Diego. Arte y Computadoras. p. 13.

[10] V.  Levis Diego. Responsabilidad y ética del intelectual ante el desafío de la nueva sociedad de la información. p. 15.

[11] Levis Diego. La Pantalla Ubicua. p. 155.

[12] Citado en Levis Diego, Responsabilidad y ética del intelectual ante el desafío de la nueva sociedad de la información, p. 11.

[13] V. Levis Diego. Sociedad de la información y televisión: de la consola de videojuegos a la televisión interactiva. pp. 6-7.

[14] Levis, Sociedad de la información y televisión: de la consola de videojuegos a la televisión interactiva. p. 62.

[15]Sartori Giovani. Homo videns. La sociedad teledirigida. p.53.

[16] V. Levis Diego. Sociedad de la información y televisión: de la consola de videojuegos a la televisión interactiva. p. 17.

[17] Levis Diego. Sociedad de la información y televisión: de la consola de videojuegos a la televisión interactiva. p. 23.

[18] Levis Diego. Sociedad de la información y televisión: de la consola de videojuegos a la televisión interactiva. p. 64.

[19] V. Levis Diego. Sociedad de la información y televisión: de la consola de videojuegos a la televisión interactiva. pp. 41-42.

[20] Baggiolini Luis. Aportes para pensar una historia de las tecnologías de comunicación. p. 4.

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