Revista Hombre – Junio 2009 – Entrevista completa

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Nota Revista Hombre - Junio 2009 - Nota completa

Aquí reproducimos la entrevista completa realizada a Santiago Koval por Silvio Speranza para Revista Hombre en junio de 2009.

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REVISTA HOMBRE: ¿Cuáles son los principales avances que se registran en la tecnología aplicada al hombre?

SANTIAGO KOVAL: Creo que uno de los mayores avances técnicos de los últimos tiempos es la íntima fusión lograda entre el ser humano y los productos de su propia tecnología. Se han realizado varios experimentos de laboratorio, cuyos resultados demuestran que se puede lograr una comunicación directa entre dispositivos electrónicos y nervios humano-biológicos. En 1998, por ejemplo, Kevin Warwick se implantó debajo de la piel un microchip con el cual fue capaz de controlar puertas, luces, calentadores y computadoras. Más tarde, en 2004, con un chip de mayor complejidad, Warwick se conectó a Internet desde Nueva York y logró mover un brazo robótico situado en el Reino Unido. Además, se le implantó también a su esposa un microchip, permitiendo así la primera comunicación electrónica entre dos seres humanos. Este tipo de descubrimientos abre el camino a la investigación orientada a lograr, en un futuro no muy lejano, una interfaz hombre-máquina natural y directa, que dará lugar al surgimiento seres tecnológicos de naturaleza mixta, hechos literalmente de máquina y humano, de carne y metal, de carbono y silicio, de genes y código binario. El ciborg, el poshumano, el robot, el androide y demás fauna artificial han empezado a abandonar los libros y las películas de ciencia ficción, y comienzan lentamente a invadir el escenario de la ciencia real.

REVISTA HOMBRE: ¿Cuál es la interacción entre estos avances y la sociedad humana? ¿Hay aceptación, escepticismo? ¿Se los toma como mejoras en la calidad de vida?

SANTIAGO KOVAL: Como ocurre con todo avance científico, siempre existen posturas tecnófobas y posturas tecnófilas. Las primeras desconfían en mayor o menor grado de los avances tecnológicos, detectando en ellos amenazas apocalípticas para el desarrollo de la humanidad. Las posiciones tecnófilas, en cambio, perciben el progreso de la tecnología como fundamentalmente beneficioso para el hombre y como el único medio que permitirá alcanzar un estadio de utopía tecnológica. La idea de singularidad tecnológica (un período futuro en el que el ritmo de cambio tecnológico será tan rápido, y su impacto tan profundo, que la vida humana se transformará de manera irreversible) despierta una fascinación especial en nuestros pensadores y artistas contemporáneos, cuyas proyecciones oscilan entre el miedo al fin de la humanidad por la rebelión mecánica, y la fantasía de lograr una tecnosociedad más justa y equilibrada, sin hambre, pobreza ni enfermedades.

REVISTA HOMBRE: ¿Qué nivel de injerencia tiene el cine en estos avances? ¿Son una muestra de lo que sucede o acaso la ciencia toma ideas de lo visto en el cine?

SANTIAGO KOVAL: El cine absorbe y representa con gran fidelidad este nuevo clima imaginario, y como discurso guarda una relación muy estrecha con la práctica científica. Ciencia real y ciencia ficción son dos campos que se producen y determinan mutuamente a todo momento. Por ejemplo, la fantasía del viaje a la Luna se proyectó primero como utopía ficcional en la literatura y en el cine, pero gracias al avance técnico fue factible años más tarde en el dominio material de la realidad científica. Muchos científicos alimentan su imaginación a partir de libros y películas de ficción, y muchos escritores y directores se basan en avances técnicos para proyectar y diseñar el futuro. En el cine de seres artificiales, Metrópolis ya pronosticaba en 1926 una rebelión de un robot construido a la imagen del hombre, cuya representación inspiró sin dudas avances técnicos posteriores que hoy en día siguen preocupándonos.

REVISTA HOMBRE: ¿Existen seres cercanos a lo que conocemos como Inteligencia Artificial?

SANTIAGO KOVAL: Un sistema de inteligencia artificial es una máquina compleja compuesta, por lo general, por un código de programación (software) combinado con un soporte o sustrato físico (hardware), que emula algunas funciones y operaciones lógicas de la mente humana. En la actualidad, se han logrado enormes avances en los llamados sistemas expertos, que reproducen a la perfección un aspecto particular y acotado del cerebro, y que tienen la capacidad de aprender de su interacción con el entorno. Por ejemplo, Deep Blue, desarrollado por IBM, es experto en ajedrez y ha desafiado y vencido a los grandes maestros de la actualidad. Asimismo, Alan, desarrollado por AI Research, es un chatbot (agente experto en conversación) que se encuentra disponible en Internet a fin de demostrar las limitaciones actuales en tecnología conversacional (www.a-i.com). Lo que no se ha podido lograr, al menos por ahora, es la creación de un sistema que reproduzca, a un tiempo, la enorme amplitud de funciones y capacidades intelectuales y emocionales del hombre. El cine, en este caso, va más rápido que lo real, y ha dado ya muestra de ordenadores sensibles superinteligentes, supercerebros diseñados genéticamente, redes electrónicas que adquieren conciencia y androides dotados de inteligencia, como HAL 9000 (2001: Odisea del espacio, 1968), Roy Batty (Blade Runner, 1982), T-800(Terminator, 1984), Andrew (Inteligencia Artificial, 2001), y Sonny y V.I.K.I. (Yo, robot, 2004), entre muchos otros.

REVISTA HOMBRE: En tu opinión, ¿qué tan cerca estamos de ese punto, tantas veces reiterado en el cine futurista, de vernos dominados por las máquinas?

SANTIAGO KOVAL: Esa fantasía se conoce en la literatura científica como el Argumento del fin del mundo. Por la Ley de Moore (que afirma que cada 18 meses se duplica el número de transistores en un circuito integrado) la capacidad de procesamiento de las máquinas igualará a la humana entre 2030 y 2040. Nacerá a raíz de ello una raza de máquinas con cierto nivel de inteligencia y conciencia artificiales, que se disputará los recursos energéticos con la humanidad. Como la humanidad es una especie inferior y evoluciona más lentamente, la raza de silicio terminará extinguiendo cualquier resto de vida humana sobre la tierra. Digamos que la fantasía de perder el rol de especie dominante no es nueva, pero desde la década de 1970 cobró mucha fuerza a raíz del enorme avance tecnocientífico. Desde mi punto de vista, la pregunta que divide las aguas es la siguiente: ¿es la conciencia un resultado emergente de la complejidad estructural del cerebro? Si la respuesta es que sí lo es, entonces la complejidad en el hardware debería provocar en los próximos años la aparición de la conciencia artificial a nivel del software. Si, por el contrario, la conciencia es algo más complejo y singular, y no puede reducirse a una fórmula matemática claramente enunciada (que en el libro llamo El algoritmo de Dios), las máquinas del futuro, por más poderosas que sean, no serán conscientes de su existencia, y por lo tanto no buscarán dominarnos.

REVISTA HOMBRE: ¿Es el ciborg la mejora del humano?

SANTIAGO KOVAL: Un ciborg (organismo cibernético) se distingue claramente de un robot o un androide. Mientras que estos últimos son seres mecánicos con propiedades humanas, el ciborg es un ser humano con propiedades mecánicas. El término, que fue inicialmente acuñado en 1950 por los doctores Clynes y Kline para referir un ser humano mejorado capaz de sobrevivir a una guerra nuclear, asumió en su utilización social diversas significaciones cada vez más recurrentes. En la actualidad, todos somos en cierta medida ciborgs, en tanto que necesitamos de la tecnología para seguir viviendo. La mejora del cuerpo orgánico mediante el uso de tecnologías biónicas (dispositivos y controles mecánicos y electrónicos) se extiende desde el empleo de extensiones simples (la ropa y el calzado) hasta la utilización de prótesis y artefactos con diversos grados de complejidad (bastones, lentes, audífonos, vacunas, medicamentos, marcapasos, extremidades, órganos y chips artificiales). Hay quienes opinan que los avances llegarán a un punto tan alto que el ciborg podría convertirse en un poshumano, ser con una capacidad física, intelectual y psicológica sin precedentes, autoprogramable, autoconfigurable, ilimitado y potencialmente inmortal, cuyas capacidades excederían radicalmente a la de los seres humanos, hasta el punto de no pertenecer más a la especie humana de acuerdo con los estándares actuales de humanidad. En su máxima expresión, el poshumano es un ser humano despojado de su cuerpo físico, transferido tecnológicamente en la forma de conciencia a un sustrato digital.

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